lunes, 17 de diciembre de 2018

Animales prehistóricos en el casco urbano de Alange

El pasado 24 de noviembre tuvo lugar el VIII encuentro de blogueros de Extremadura, en esta ocasión con la temática de Extremadura, naturaleza urbana. La presentación del libro fue realizada en el convento de La Coria, en Trujillo, sede de la fundación Xavier de Salas. En esta ocasión volvimos a estar presentes con una colaboración, que llamamos animales prehistóricos en el casco urbano de Alange. Os lo mostramos a continuación.

Animales prehistóricos en el casco urbano de Alange

Ese ciervo tiene que ser mío —pensaba para sí mismo el cazador desde su atalaya—. Ese ciervo tiene que ser mío.
Corría el año 3535 a. C. y era una fría mañana de otoño. Había comenzado la berrea y los ciervos que bajaban a beber al río San Juan cerca de su desembocadura en el río Matachel se hacían notar. Junto a ellos un grupo de muflones también saciaban su sed en estado siempre alerta.
Ese ciervo tiene que ser mío –se imaginaba entrando triunfante en el poblado con comida para varios días—. Sí, ya lo sé. Él me ayudará. —Y con una pequeña rama machacada en su punta dibujó su ciervo, un muflón, y el dios-pájaro que habría de serle propicio.

No sabemos si nuestro cazador se cobró a su presa, o si tan siquiera existió, pero los milenios pasaron y las figuras fueron olvidadas para siempre. El núcleo urbano de Alange se cerró sobre la atalaya quedando integrada en el corazón de la ciudad. Un momento, ¿He dicho para siempre? No. En abril de 2015 un infatigable Juan Diego Carmona Barrero paseaba por el Cancho de los Toros y vio lo que para todos había pasado inadvertido, un ciervo pintado en la roca, muy desgastado por el paso de los años. Un vistazo más a fondo desveló que no estaba sólo: le acompañaban un cáprido y un antropozoomorfo. Desde entonces han aparecido en la peña 3 estaciones más, y es que a pocos metros existía un poblado del calcolítico. Actualmente la mayoría del terreno que ocupaba el poblado lo ocupa el colegio público Cervantes. No es muy común encontrar pinturas rupestres en el centro de una ciudad. Encontramos casos en Extremadura como el abrigo de las calderetas, en Benquerencia de la Serena, o el abrigo menín, en Hornachos, que se encuentran a pocos metros de la población, pero fuera de ella.

Composición de los zoomorfos encontrados en el cancho de los toros
Las pinturas se encuentran en una roca a poca altura en un pequeño farallón rocoso de cuarcita llamado Cancho de los Toros. Se llama así porque en ese lugar se celebraban en tiempos festejos taurinos, como recuerda la cercana calle coso. Hoy día es un agradable rincón de la ciudad, que tiene en su punto más elevado un fantástico mirador desde el que se divisa toda la población, así como unas maravillosas vistas al pantano, el valle del Matachel, y la sierra de Peñas Blancas.

Cancho de los toros engullido por Alange

Cerro de la culebra y sierras centrales vistos desde el cancho de los toros
Si nos fijamos en los motivos, tienen entre 10 y 15 cm de alto. Por la tipología podemos afirmar con bastante seguridad que fueron ejecutados por la misma mano. Lo primero que nos llama la atención es la forma de las extremidades inferiores, divididas en dos, típicas de los ungulados. Esto convierte a los motivos en algo extraño pues, aunque estamos acostumbrados a ver representados los dedos de las figuras humanas en algunas pinturas rupestres esquemáticas, no es nada común en los animales, que siempre tienen representadas las patas como simples líneas. Otra cosa que nos llama la atención es el trazo fino con que están dibujados los motivos. Esto indica que fueron realizados con algún tipo de pincel, y no con la yema de los dedos, algo típico en el calcolítico final o incluso el bronce. Por último destaca el seminaturalismo de las representaciones. En la mayoría de los casos, en el arte rupestre esquemático, los animales están representados con una línea horizontal a modo de cuerpo, y un número variable de trazos verticales a modo de extremidades. Algunos autores ven en esta abundancia de patas una representación de movimiento o un intento de perspectiva de varios animales. Pero nuestros animales tienen perfectamente definidas sus cornamentas, representando claramente un cérvido y un cáprido. A pesar del bajo porcentaje de animales representados de manera seminaturalista, son miles los animales que encontramos en el arte rupestre extremeño, por lo que son relativamente abundantes. Por ejemplo, en la cueva de los perros, cerca de Cabeza del Buey, observamos que se trata claramente de cánidos, o en el abrigo de la cuadra de Juan Sánchez, en la sierra de Pela, vemos representadas incluso las mamas del animal. Este no es tampoco el único ciervo representado en Alange: en el cercano Cerro de la culebra encontramos el abrigo de los zoomorfos, en el que se representa una escena de caza con arquero y un grupo de ciervos huyendo.

Zoorfo seminaturalista en la Cuadra de Juan Sánchez (Navalvillar de Pela)
Zooorfo con falo en La Panda (Talarrubias)


Equinos en La Minerva (Garlitos)
Zoomorfo muy esquemático de trazo fino en el abrigo de Manuel León Gil (Oliva de Mérida)

Pero ¿Qué es ese extraño ser que tiene dos patas y cuernos? Podría ser la representación de alguna divinidad, o incluso un chamán disfrazado de animal parecido a las Carantoñas de Acehúche. A pocos kilómetros, en el pico Grajera Grande hay representado un antropozoomorfo con aspecto de hombre y de lobo. También encontramos una suerte de hombre-pájaro en el abrigo Peña del Águila en Magacela, por lo que estas quimeras serían algo frecuente.

Cánidos en la cueva de los perros (Zarza Capilla)

Zoomorfos en Huerta del Capellán (Capilla)

Zoomorfo en el Hoyo de Pela (Navalvillar de Pela)

Hombre-pájaro en la Peña del Águila (Magacela)
Alange ha resultado ser un enclave arqueológico y natural de primer orden. Tan sólo en el cerro del castillo hay documentados 26 abrigos con pinturas rupestres además de otros en la Palacina, la Porquera, y el cancho de la Buraca. El primero en visitarlos fue el famoso prehistoriador Henri Breuil en 1916, hace ya más de cien años. Tras muchos años de olvido se descubrieron nuevos abrigos en los años 80 por Juan Diego Carmona y Magdalena Ortiz. Más recientes son los descubrimientos por parte de los arqueólogos de la Junta de Extremadura y los autores de este artículo. Pero seguro que aún nos guarda alguna sorpresa.
Ya no hay ciervos o muflones en el casco urbano de Alange. Es poco probable encontrar una mañana de otoño un ungulado paseando por delante del balneario romano, aunque a menos de dos kilómetros podamos verlos en la sierra de Peñas Blancas. Entonces, ¿Los animales en el entorno urbano son cosa de la prehistoria? ¡Para nada! Podemos ver sobre el cielo mochuelos, lechuzas, búhos, águilas, milanos, buitres, y sobre todo vencejos. Cientos de vencejos. Hay tantos, y están tan orgullosos de ellos que tienen su propio festival. Todos los años en mayo se celebra en la población el Festival de Vencejos, con observaciones, conferencias, talleres, y exposiciones. Alange es una experiencia saludable.

Alejandro González Pizarrro y Alejandra Macías Bermejo

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