Animales
prehistóricos en el casco urbano de Alange
Ese ciervo
tiene que ser mío —pensaba para sí mismo el cazador desde su
atalaya—. Ese ciervo tiene que ser mío.
Corría el año
3535 a. C. y era una fría mañana de otoño. Había comenzado la
berrea y los ciervos que bajaban a beber al río San Juan cerca de su
desembocadura en el río Matachel se hacían notar. Junto a ellos un
grupo de muflones también saciaban su sed en estado siempre alerta.
Ese ciervo
tiene que ser mío –se imaginaba entrando triunfante en el poblado
con comida para varios días—. Sí, ya lo sé. Él me ayudará. —Y
con una pequeña rama machacada en su punta dibujó su ciervo, un
muflón, y el dios-pájaro que habría de serle propicio.
No sabemos si nuestro
cazador se cobró a su presa, o si tan siquiera existió, pero los
milenios pasaron y las figuras fueron olvidadas para siempre. El
núcleo urbano de Alange se cerró sobre la atalaya quedando
integrada en el corazón de la ciudad. Un momento, ¿He dicho para
siempre? No. En abril de 2015 un infatigable Juan Diego Carmona
Barrero paseaba por el Cancho de los Toros y vio lo que para
todos había pasado inadvertido, un ciervo pintado en la roca, muy
desgastado por el paso de los años. Un vistazo más a fondo desveló
que no estaba sólo: le acompañaban un cáprido y un
antropozoomorfo. Desde entonces han aparecido en la peña 3
estaciones más, y es que a pocos metros existía un poblado del
calcolítico. Actualmente la mayoría del terreno que ocupaba el
poblado lo ocupa el colegio público Cervantes. No es muy común
encontrar pinturas rupestres en el centro de una ciudad. Encontramos
casos en Extremadura como el abrigo de las calderetas, en
Benquerencia de la Serena, o el abrigo menín, en Hornachos,
que se encuentran a pocos metros de la población, pero fuera de
ella.
Composición de los
zoomorfos encontrados en el cancho de los toros
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Las pinturas se
encuentran en una roca a poca altura en un pequeño farallón rocoso
de cuarcita llamado Cancho de los Toros. Se llama así porque
en ese lugar se celebraban en tiempos festejos taurinos, como
recuerda la cercana calle coso. Hoy día es un agradable
rincón de la ciudad, que tiene en su punto más elevado un
fantástico mirador desde el que se divisa toda la población, así
como unas maravillosas vistas al pantano, el valle del Matachel, y la
sierra de Peñas Blancas.
Cancho de los toros
engullido por Alange
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Cerro de la culebra y
sierras centrales vistos desde el cancho de los toros
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Si nos fijamos en los
motivos, tienen entre 10 y 15 cm de alto. Por la tipología podemos
afirmar con bastante seguridad que fueron ejecutados por la misma
mano. Lo primero que nos llama la atención es la forma de las
extremidades inferiores, divididas en dos, típicas de los ungulados.
Esto convierte a los motivos en algo extraño pues, aunque estamos
acostumbrados a ver representados los dedos de las figuras humanas en
algunas pinturas rupestres esquemáticas, no es nada común en los
animales, que siempre tienen representadas las patas como simples
líneas. Otra cosa que nos llama la atención es el trazo fino con
que están dibujados los motivos. Esto indica que fueron realizados
con algún tipo de pincel, y no con la yema de los dedos, algo típico
en el calcolítico final o incluso el bronce. Por
último destaca el seminaturalismo de las representaciones. En
la mayoría de los casos, en el arte rupestre esquemático, los
animales están representados con una línea horizontal a modo de
cuerpo, y un número variable de trazos verticales a modo de
extremidades. Algunos autores ven en esta abundancia de patas una
representación de movimiento o un intento de perspectiva de varios
animales. Pero nuestros animales tienen perfectamente definidas sus
cornamentas, representando claramente un cérvido y un cáprido. A
pesar del bajo porcentaje de animales representados de manera
seminaturalista, son miles los animales que encontramos en el arte
rupestre extremeño, por lo que son relativamente abundantes. Por
ejemplo, en la cueva de los perros, cerca de Cabeza del Buey,
observamos que se trata claramente de cánidos, o en el abrigo de la
cuadra de Juan Sánchez, en la sierra de Pela, vemos
representadas incluso las mamas del animal. Este no es tampoco el
único ciervo representado en Alange: en el cercano Cerro de la
culebra encontramos el abrigo de los zoomorfos, en el que
se representa una escena de caza con arquero y un grupo de ciervos
huyendo.
Zoorfo seminaturalista en
la Cuadra de Juan Sánchez (Navalvillar de Pela)
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Zooorfo con falo en La
Panda (Talarrubias)
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Equinos en La Minerva
(Garlitos)
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Zoomorfo muy esquemático
de trazo fino en el abrigo de Manuel León Gil (Oliva de Mérida)
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Pero ¿Qué es ese
extraño ser que tiene dos patas y cuernos? Podría ser la
representación de alguna divinidad, o incluso un chamán disfrazado
de animal parecido a las Carantoñas de Acehúche. A pocos
kilómetros, en el pico Grajera Grande hay representado un
antropozoomorfo con aspecto de hombre y de lobo. También
encontramos una suerte de hombre-pájaro en el abrigo Peña del
Águila en Magacela, por lo que estas quimeras serían algo
frecuente.
Cánidos en la cueva de
los perros (Zarza Capilla)
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Zoomorfos en Huerta del
Capellán (Capilla)
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Zoomorfo en el Hoyo de
Pela (Navalvillar de Pela)
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Hombre-pájaro en la Peña
del Águila (Magacela)
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Alange
ha resultado ser un enclave arqueológico y natural de primer orden.
Tan sólo en el cerro del castillo hay documentados 26 abrigos
con pinturas rupestres además de otros en la Palacina, la
Porquera, y el cancho de la Buraca. El primero en
visitarlos fue el famoso prehistoriador Henri Breuil en 1916, hace ya
más de cien años. Tras muchos años de olvido se descubrieron
nuevos abrigos en los años 80 por Juan Diego Carmona y Magdalena
Ortiz. Más recientes son los descubrimientos por parte de los
arqueólogos de la Junta de Extremadura y los autores de este
artículo. Pero seguro que aún nos guarda alguna sorpresa.
Ya no hay ciervos o
muflones en el casco urbano de Alange. Es poco probable encontrar una
mañana de otoño un ungulado paseando por delante del balneario
romano, aunque a menos de dos kilómetros podamos verlos en la sierra
de Peñas Blancas. Entonces, ¿Los animales en el entorno urbano son
cosa de la prehistoria? ¡Para nada! Podemos ver sobre el cielo
mochuelos, lechuzas, búhos, águilas, milanos, buitres, y sobre todo
vencejos. Cientos de vencejos. Hay tantos, y están tan orgullosos de
ellos que tienen su propio festival. Todos los años en mayo se
celebra en la población el Festival de Vencejos, con
observaciones, conferencias, talleres, y exposiciones. Alange es una
experiencia saludable.
Alejandro González
Pizarrro y Alejandra Macías Bermejo